La elección de las locaciones de la película es igual de importante que el ritmo que se le imprime a la narración. Esos espacios que se eligen como marco para la acción van marcando territorios donde se establecen relaciones, se plantean jerarquías, y también se las impugna.
La película trabaja sobre todo en relación al crecimiento y a los conflictos intergeneracionales. En la película podemos observar que las relaciones familiares y los vínculos de los jóvenes con la palabra de los adultos comienzan a presentar fisuras. Frente a leyes y autoridades familiares arraigadas, los jóvenes comienzan a desafiar esos patrones, que ya no se presentan como consistentes y únicos. En los padres empiezan a aparecer errores y flaquezas, que en producen actos de rebeldía y reproche en los jóvenes. Esta pérdida de la solidez de la figura y la palabra de los adultos se va dando en un movimiento gradual, que parece necesario para ir armando una posición en el mundo y fortaleciendo su propia palabra. En un movimiento de consistencia e inconsistencia de y con los adultos, los jóvenes adolescentes van y vienen: a veces hablan en nombre propio, y a veces en nombre de un adulto.
En este “enfrentamiento” entre padres e hijos, hay una escena que destacamos. Guido, frente a la explotación que sufre por su padre, en lugar de sólo realizar su tarea de limpiar la camioneta, decide articular una pequeña venganza: le desinfla uno de los neumáticos de su automóvil. Sin embargo, ante sus amigos, sostiene la imagen del padre responsable que trabaja por el bien y el progreso de todos sus hijos en la empresa familiar.
Las rebeldías entre los jóvenes no sólo aparecen hacia adentro de las familias, sino que también se observan actitudes de disconformidad entre ellos y con el pueblo donde viven. En la sensación de malestar, el rumor y el chisme tendrán un lugar privilegiado. Podríamos decir que bien le cae a esta historia el famoso dicho popular “pueblo chico, infierno grande”. Todo el pueblo, menos el destinatario, conoce los secretos de los demás, y la revelación de éstos frente a los amigos será un signo de traición.
Otro ejemplo lo encontramos en la primera escena de la película. Esta transmite bronca por parte de los adolescentes y un “no me importa nada” ante el pueblo. Los chicos cargan bombitas de agua y barro y las tiran contra un colectivo lleno de pasajeros en la calle principal del pueblo, sabiendo los probables castigos que los esperan (golpes, dormir afuera, gritos, etc.).
Como vemos, los problemas ligados a los lugares por donde transitan los personajes, también sobresalen en el film. Desde los griegos, aprendimos ya que el espacio público también enseña. No se trata tanto de la calle como mero espacio de ocio, sino como espacio de producción de subjetividades. En la calle está la gente, el rumor, el amor, el fútbol, los amigos y los enemigos. E incluso para Matías, está su cama.
En este sentido la calle, como espacio público, es el sitio privilegiado de éstos jóvenes, donde se establecen relaciones, lazos de amistad y también, les permite alejarse de los espacios familiares, escolares y laborares, construyendo otro espacio, no institucionalizado. Así, otros lugares: el almacén de los padres de Esteban, la puerta de la peluquería, el galpón donde “el manco” estaciona el camión, etc. cobran nuevos significados: es lugar de encuentro de los jóvenes, se trata de un lugar significado por ellos.
Sin embargo, a raíz de los problemas presentados en la película se puede observar cómo la peluquería, el potrero, la calle, van a ir perdiendo paulatinamente la significación otorgada como punto de reunión y encuentro de los jóvenes, rompiendo también el aglutinamiento entre ellos. Podemos decir que esta situación se da coyunturalmente por las peleas y diferencias al interior del grupo, pero también observamos que forma parte del proceso de cambio de percepción sobre el espacio y el tiempo que transitan estos adolescentes, vislumbrándose otros lugares como necesidad para el desarrollo.
En un intento de poner al máximo la oposición exterior / interior, ciudad / pueblo del interior, al menos desde las representaciones que se ponen en juego, la película parece privilegiar aquellos espacios cotidianos que desde la vida en las ciudades, y las experiencias de los últimos tiempos podrían entrar en tensión o, por lo menos, cuestionarse como espacios reconocidos para contener las expresiones juveniles contemporáneas. En la Argentina, aunque las imágenes nos muestren a los jóvenes circulando por todas partes, es cierto también que últimamente van siendo desplazados de los espacios públicos, primero en los barrios, ahora también del centro de la ciudad; siendo cada vez más sometidos a fuertes vigilancias por empresas de seguridad privadas o por la policía oficial, ambos estigmatizando y persiguiendo los momentos de encuentro de los jóvenes y las jóvenes, obligándolos(as) muchas veces a replegarse en los espacios de consumo.